sábado, 5 de enero de 2013

Acaricié el piano

Cuando despertó había llegado el día. El día del temido examen de piano. En los últimos tiempos todo se había centrado en una buena preparación. Seis horas diarias durante tres meses y en el último mes, más de siete, configuraban un panorama bueno para afrontar el examen de fin de carrera. Pero a pesar de la dedicación, de las ganas de cumplir un sueño, todo el tiempo había pasado como un suspiro. Había llegado el momento. Ya estaba en la sala del examen, que era público. Se podía asistir al que hiciesen los compañeros en el trance, rivales al fin y al cabo. Ver como a una joven se le resbalaban las manos en las teclas, con fallos de principiante, no le relajó nada. Le llegó el turno. Miró al tribunal discretamente. Se sentó al piano. De repente, todo fluyó, todo encajaba. Fundió a los asistentes en un sueño. Sus notas hicieron gala de la más exquisita música que se hubiera interpretado con ese instrumento.
-Así me contaron que fue su examen, señor Mauricio. ¿Cómo logró usted vencer el miedo? -le pregunté. -Yo no lo vencí, lo acompañé. Siempre así tras cada despertar. Después, acaricié de nuevo el piano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario