viernes, 11 de marzo de 2016

La noche

Javier volvió de sus viajes por el espacio, visitando galaxias, constelaciones, planetas cuya atmósfera nadie podía imaginar, pero volvió a sentirse más sólo que nunca. Al principio la gente, su país, su pequeño universo en la Tierra, le agradeció su heroicidad, ser el primer hombre que visitaba y conquistaba nuevos mundos que colonizar, nuevas estrategias de vida para un mundo en continua decadencia y supervivencia. Pero al lado no había nadie cercano. Todo fue alabanza fría y desapegada. Quizá había sido elegido por aquella condición solitaria y taciturna pero al final, le quedaba un logro muy importante que realizar: tener personas cercanas que le acompañaran en un viaje tan difícil para él como la vida cotidiana.

De madrugada, cuando las luces de las casas estaban apagadas, disfrutaba de salidas a su cerro solitario porque estaba más cerca de las estrellas, antiguas compañeras de viaje que compartían con él los heroicos momentos que nadie vio.

De repente, una tormenta iluminó el cielo y vio varios seres errantes por el camino tortuoso. Les ayudó a sobrevivir y comprendió que la vida seguía en una supervivencia continua. No podía esperar un fin, sino vivir y comprender la aventura interminable hasta el final.

Este relato participa aquí.

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